Declaración de la Iglesia de Dios sobre las elecciones de EE.UU. de 2020

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Declaración de la Iglesia de Dios sobre las elecciones de EE.UU. de 2020

Vivimos en una época cada vez más volátil e incierta. Las instituciones largamente apreciadas y dadas por sentadas parecen estar desmoronándose. En los meses previos a las elecciones actuales, la gente de todo el mundo ha visto con asombro cómo el caos y la violencia reinaban en las ciudades y en las calles de los Estados Unidos. La situación política sólo ha exacerbado los profundos disturbios, y hay mucha preocupación por las posibles consecuencias del día de las elecciones.

Cualquiera que sea el resultado, la Iglesia de Dios permanece firme en la creencia de que la voluntad de Dios se cumplirá en la tierra. Él es el máximo Vencedor en cada contienda. Los fieles cristianos de todas las épocas han entendido esto. A través de tiempos de paz y prosperidad, dolor y persecución, bajo gobiernos despóticos y democráticos, los propósitos de Dios no serán frustrados.

“Y sabemos que todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28

Dios no se ve impedido en lo mínimo por la democracia o la “voluntad del pueblo”. Al final, es Él quien decide el resultado, y puede utilizar todo para el fomento de Su gloria.

 “La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la demanda: para que conozcan los vivientes que el Altísimo señorea en el reino de los hombres, y que a quien Él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres”. Daniel 4:17

“Y Él cambia los tiempos y las sazones; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos”. Daniel 2:21

“El corazón del rey está en la mano de Jehová, como los arroyos de agua, Él lo inclina hacia donde quiere”. Proverbios 21:1

Dadas estas verdades infalibles de la Palabra de Dios, invitamos a todas las personas a unir sus corazones con el nuestro en una confianza inquebrantable y en el conocimiento seguro de la soberanía de Dios sobre los asuntos de la humanidad. Construyamos nuestra esperanza, no sobre las arenas movedizas de los cambiantes gobiernos terrenales, sino sobre el sólido fundamento de Jesucristo. Oremos fervientemente por la calma y la paz en un mundo cada vez más violento y divisivo. Y, a pesar de los resultados de hoy, seamos la sal de la tierra en una época insípida, y la ciudad asentada en un monte no se puede esconder por la oscuridad que nos rodea.

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