AMOR–¿No es el tema y el deseo de todas las épocas? ¿El tema de canciones, novelas y películas? El alma de la humanidad está sedienta de amor.
¿Qué es amor? Ah, la gran pregunta. El apóstol Juan declaró que “Dios es amor”. Él es la definición consumada de amor. ¿Quién puede abordar el tema del amor? Hacerlo es tocar a Dios. Es explorar un mar sin orillas. No se puede conocer plenamente el amor sin conocer íntimamente a Dios. Muchos profesan amor a Dios, pero pocos lo poseen, incluso entre los que profesan ser cristianos.
Estamos hechos a imagen de Dios, a imagen del amor y la comunión que Él tuvo consigo mismo desde la eternidad. El propósito de la familia humana era entrar en esta gran relación de amor eterno y procrear Su imagen de amor.
El amor mantiene el equilibrio del universo. Es la electricidad de la vida y el conductor de todas sus bendiciones–paz, alegría, salud, felicidad y unidad. Es la conexión con las bendiciones y el poder de Dios.
El engaño de Satanás a nuestros primeros padres en el Edén dio origen a un amor propio orgulloso e independiente, corrompiendo así el equilibrio de la vida, y en consecuencia, la enfermedad y la muerte pasaron a todos los hombres.
A su tiempo, Cristo–la semilla prometida–llegó predicando un mensaje sencillo pero conmovedor. El único propósito de la religión era amar a Dios con todo el ser, y el segundo mandamiento estaba contenido en el primero: amar al prójimo como a uno mismo, porque si un hombre ama a Dios, por necesidad tiene que amar a todos los hombres que Dios ha creado (Mateo 22:37-40).
El amor divino es la ley suprema. Este es el texto del universo y el resumen más completo de todas las leyes y normas de justicia.
La suma total del propósito de la santidad y las prácticas justas es crear un ambiente donde la corriente del amor pueda fluir en su pureza y poder incorruptos.
Lamentablemente, abundan los que profesan religión que siguen disciplinas mientras están vacíos del corazón y del alma sobre los cuales se sostiene la estructura de toda religión verdadera–el amor divino.
“Porque en Jesucristo ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por amor”. Tú dices que tienes fe, pero la pregunta es, ¿funciona tu fe? ¿Ha sido activada y vivificada por la corriente del amor divino en el alma? El Salmo 46:4 habla de un río que trae alegría a la ciudad de Dios. ¿No es el río de amor que fluye del trono de Dios; el río que lleva en su corriente todos los vasos de las bendiciones divinas de la fe verdadera, la salvación, la esperanza, la alegría, la paz y la unidad? Y es la electricidad que activa los dones espirituales.
En Juan 17:20-26, encontramos a Cristo en Sus últimos momentos suplicando al Padre que el Espíritu de amor que compartía con Él desde la eternidad estuviera también en Sus discípulos. De este modo, este amor y unidad en el cuerpo de Cristo, Su iglesia, debía ser la prueba para que el mundo tuviera fe. Cristo abrió una vía de acceso a la electricidad divina de la vida para todos los que creyeran en Él, por siempre jamás, para que todos los hombres tuvieran la oportunidad de conocer íntimamente el Amor.
Cristo era el Amor manifestado en la carne; no simplemente un conocimiento del amor, sino una experiencia, una relación y una comunión con el Amor.
Hoy, una cristiandad dividida y débil busca encontrar el poder y las bendiciones de Dios en lo milagroso, en lo místico, en las señales y los prodigios. Ciertamente estas cosas moran en Dios y son para Su pueblo, sin embargo buscan el don más que al Dador, el fruto sin la raíz, los vasos de bendiciones cuando el río que los conduce está seco.
No pidan un avivamiento de milagros y maravillas. Hay una necesidad desesperada de un renacimiento del amor ardiente del Calvario en los corazones humanos. Un amor que se sacrifica y da su vida. Un amor que se humilla y está dispuesto a despojarse a sí mismo. Un amor que se hace siervo, que perdona a los enemigos y valora a todos los hombres.
Sobre todas las cosas, hermanos, es esto lo que necesitamos, y una vez encontrado, todas las bendiciones divinas que Dios tiene reservadas para Sus hijos fluirán orgánicamente.
Conocemos las profecías, hermanos, pero ¿conocemos el amor del que brotan? Porque “Si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo caridad, nada soy”.
“Y ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad”.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; que como yo os he amado, así también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.