Trata de Niños: ¿Quién es responsable?

Little girl with eye sad and hopeless. Human trafficking and fear child concept.

ENTRE LOS MUCHOS ASUNTOS controvertidos que dividen ferozmente a la gente, hay al menos unos pocos, que deberían unirla. Si no podemos ponernos de acuerdo sobre las innumerables preocupaciones de política o religión, parece que deberíamos apresurarnos a cooperar cuando se trata de cuestiones como la trata de niños. Sin embargo, he aquí la asombrosa realidad. Mientras niños están siendo horriblemente abusados, los adultos están ocupados discutiendo si el asunto está “exagerado” o qué partido es más responsable. Mientras un solo niño está siendo lastimado, parece que a una mente razonable no le importa si el asunto es exagerado. No debemos permitir que la insensibilidad de un mundo caído amortigüe nuestros sentimientos cuando se trata de proteger a los seres humanos más pequeños. Ellos dependen totalmente de nosotros.

Por esto siempre está presente el fangal partidista que atrapa a cualquiera que quiera hacer algún cambio impactante en la sociedad. Es la debacle de la calumnia y del juego de culpas siempre digna de noticia, demasiado pública. En lugar de levantarse para defender a los pequeños indefensos, la gente errada acusa ignorantemente al “otro partido” mientras no hace nada significativo para solucionar el problema. No se trata de negar que alguien es responsable o que hay grupos que son particularmente culpables de pecados contra los niños, algunos de los cuales debemos denunciar. Pero defender a los niños pequeños no es una responsabilidad política, ni siquiera “religiosa”. Es una exigencia humana universal. No requiere que te alinees con ninguna iglesia o cosmovisión en particular. Requiere que seas un ser humano que piensa y siente.

Antes de ser más específicos sobre “quién es responsable”, tratemos otra cuestión importante. ¿Qué causa la trata de niños? La trata de niños no existe sin un mercado. Los niños pueden pasar al comercio sexual porque existe un comercio sexual, y el comercio sexual existe debido a la hipersexualización y comercialización del sexo. Tendemos a tratar las cosas en la floración en vez de la raíz. Podar una planta puede eliminar temporalmente las flores, pero engendra más semillas. No cambia ni elimina el sistema de raíces que permite que la hierba mala siga prosperando.

El tráfico sexual de todo tipo no debe considerarse un acto de pecado o crueldad. Debe verse como una economía de la crueldad. Debe verse como un sistema o una máquina que depende de sus componentes para funcionar. La pesadilla del tráfico de niños comienza mucho antes de que un niño sea secuestrado y obligado a actuar en las calles. Empieza en el corazón de una sociedad enferma de pecado que vende y glorifica el sexo ilícito. Empieza con la mercantilización del cuerpo humano y de la identidad sexual. Empieza con el afán de poder de quienes obtienen un placer desviado controlando a los vulnerables. Es una cuestión social y cultural.
Por eso la mera aprobación de leyes no puede solucionar el tráfico de niños. Vive en el corazón y por tanto, en la cultura. Mientras se sexualice a los niños en nombre del “entretenimiento”, no hay ley en el mundo que pueda detener el avance de la marea cultural. La gente está condicionada a aceptar que las niñas se arreglen con maquillaje y ropa de adulto. La cultura popular, que es en gran medida una programación intencionada de nuestras mentes, nos aclimata para que pasemos por alto lo que en otras circunstancias debería causarnos gran alarma. Los que se benefician de la exportación del sexo y del abuso de menores están ganando la batalla porque están ganando la guerra cultural. La cultura está por encima de la ley. Lo que influye en la cultura, con el tiempo, controlará las leyes del país.

Sin embargo, no estamos sin esperanza ni sin causa para luchar. Dios ha considerado que sus mayores juicios están reservados para quienes explotan intencionadamente a los débiles, pero sin duda debemos comprender cómo se libra y se gana esta batalla–en la conciencia colectiva de la gente corriente. No hay ninguna posibilidad de erradicar el comercio sexual o de combatirlo sustancialmente sin un despertar de la conciencia. La historia nos ha dado precedentes de cosas así. Debe haber un avivamiento de justicia, un renacimiento de normalidad. Pecar así contra los niños es una transgresión contra la razón y el instinto. No es un camino muy largo cuando se vuelve a lo que está programado de forma innata por Dios y la naturaleza. Esto significa que cuando se trata de una persona promedio que se enfrente a este pecado, tenemos a Dios y a la naturaleza de nuestro lado.

En cuanto a la pregunta, “¿Quién es responsable de la trata de niños?” si lo entendemos como el fenómeno cultural que es, entonces todos los que participan voluntariamente en el mercado son responsables. No es una cuestión de izquierda o de derecha. Mientras los niños son llevados de contrabando a los rincones de la oscuridad, millones ignoran, y por tanto potencian, la horrible realidad. Y lo que es más importante, al consentir las condiciones que la provocan, las personas son directamente culpables. Al participar en el juego en el que los niños siempre pierden, te conviertes en un perpetrador.

Se lanzan acusaciones contra diversos líderes y figuras públicas por su presunta participación en la explotación infantil. Muchas de estas acusaciones se han demostrado ciertas. Algunas nunca se probarán en este mundo. Sin embargo, el espíritu de cooperación es un delito imputable. No es necesario participar activamente en el comercio sexual para ser un ayudante de eso. Basta con cooperar. En el momento en que la gente ordinaria se levante y deje de votar por los políticos y de consumir los contenidos de los medios que convierten a los niños en mercancía, las mareas culturales empezarán a girar. Cuando cesa la demanda de una mercancía, la oferta pierde su razón de existir. Ustedes, mi hermano y mi hermana, ustedes. Ustedes son los responsables de la propagación o la total derrota de esta cosa llamada trata de niños.

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