La papelera de reciclaje de Satanás
HNA. EDEL NEUFELD
Hay una noción prevaleciente, especialmente en el mundo occidental de hoy, de que la humanidad ha superado la Biblia. La idea es que los descubrimientos científicos y el intelecto del hombre han progresado hasta tal grado que ya no necesitamos a Dios para explicar nuestra existencia, la Biblia para dictar nuestra moral, ni la promesa de una vida después de la muerte para disipar el temor humano a la muerte. Por supuesto, si aceptamos la teoría de la evolución de Darwin, naturalmente seguiría que el hombre avanzaría perpetuamente hasta que nuestras ideas primitivas quedaran obsoletas. Entonces resulta fácil creer que los descubrimientos y conclusiones intelectuales de hombres como Albert Einstein, Edwin Hubble, George Lemaitre y Stephen Hawking han hecho avanzar a la humanidad a tal grado que se considera anticuado creer que el universo fue creado por Dios en seis días literales.
La creencia más popular sobre el origen del universo actual es la teoría del Big Bang. Según esta teoría, el universo comenzó hace 13.8 billones de años como “algo” infinitamente pequeño, denso y caliente que los científicos llaman una singularidad. Por razones desconocidas, el universo contenido en esta singularidad repentinamente se expandió más rápido que la velocidad de la luz. En un milmillonésimo de milmillonésimo de segundo, el universo pasó de su tamaño subatómico al tamaño de una pelota de golf. Luego siguió expandiéndose, y al hacerlo, el universo se enfrió y la materia se formó. Aunque los protones, neutrones y electrones que forman los átomos aparecieron sólo minutos después del Big Bang, estas partículas no se convirtieron en átomos hasta miles de años después. A medida que pasaron miles de millones de años, aparecieron más y más elementos y 9 mil millones de años más tarde, ¡nuestro sistema solar se formó!
La teoría del Big Bang se presenta con terminología sofisticada y descubrimientos científicos recientes, como singularidades, radiación de fondo cósmico de microondas y la ley de Hubble, que nos impresionan con la idea de que la teoría es altamente científica y avanzada. Pero la realidad es que la teoría del Big Bang es sólo una versión modernizada de una negación antigua de la creación de Dios como se proclama en el relato bíblico en Génesis.
Hace dos milenios, el apóstol Pablo se reunió con los filósofos epicúreos en Atenas. Los epicúreos fueron fundados por el filósofo Epicuro, que nació en el 341 a.C. El Antiguo Mundo Mediterráneo (The Ancient Mediterranean World) de Robin W. Winks y Susan P. Mattern-Parkes dice: “Los epicúreos adoptaron la teoría atómica de la física y creyeron que el universo fue el resultado de un cambio de amalgamación de átomos en lugar de la obra de un dios providencial”. Lucrecio (99-55 a.C.), el epicúreo romano más conocido, también creía que la naturaleza progresa a través de los eones, y que los organismos que mejor se adaptan a su entorno son los que sobreviven. Esa teoría es exactamente lo que Charles Darwin propuso en su libro El origen de las especies (On the Origin of Species) en 1859. Y es la misma teoría que se enseña en los libros de texto de las escuelas públicas en el siglo veintiuno.
Independientemente de la terminología científica contemporánea que intenta persuadirnos de que las teorías del Big Bang y la evolución son verdades muy avanzadas que finalmente han sido descubiertas por la ciencia moderna, el hecho es que esas teorías han existido durante casi todo el tiempo que el hombre ha intentado negar a su Creador.
Y hasta el día de hoy siguen siendo sólo eso–teorías.
Muchos quizá sienten que la lucha entre el relato de la creación en Génesis y los filósofos científicos es un tema relativamente moderno. Pero, en realidad, los apóstoles tuvieron que lidiar con el mismo dragón en su tiempo.
El mensaje de Pablo en el Aerópago fue un golpe maestro para los paganos, los epicúreos y los estoicos por igual. A los epicúreos declaró: “Dios…hizo el mundo y todas las cosas que en él hay; Éste, siendo Señor del cielo y de la tierra”. A los estoicos, que negaban un Dios personal y la vida futura, Pablo proclamó: “para que busquen al Señor, si en alguna manera, palpando, le hallen; si bien no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos…por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien Él designó; dando fe a todos con haberle resucitado de los muertos”. Y a los paganos Pablo afirmó audazmente, “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres”.
¡Tal predicación de los apóstoles fue lo que limitó las influencias dracónicas en su tiempo! Pero en nuestro tiempo, el dragón ha sido liberado por poco tiempo como fue profetizado en Apocalipsis 20:7-8. ¿Es cosa extraña entonces que las antiguas filosofías de los epicúreos también hayan sido revividas en nuestro tiempo? Pero nunca temas, el Señor también nos ha devuelto a los apóstoles audaces que vencerán de una vez por todas a ese viejo dragón. El evangelio no adulterado está avanzando, las artimañas del diablo están siendo expuestas, ¡y los Aleluyas en el monte Sión están ganando impulso mientras las naciones fluyen hacia él!
Mientras tanto, aquellos que eligen permanecer en la incredulidad continuarán lidiando con el relato de la creación en Génesis. Continuarán filosofando sobre el origen del universo y encontrarán formas modernas para desacreditar la existencia de Dios. Pero al final, la verdad es que todas esas filosofías y teorías sólo son nociones antiguas recuperadas de la antigua papelera de reciclaje de Satanás.