Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; porque son espíritus de demonios, haciendo milagros, que van a los reyes de la tierra y a todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
Apocalipsis 1:13-14
LA PACIENCIA DE LOS SIGLOS por fin se ha agotado. La medida de la iniquidad de la tierra por fin está llena. Ha llegado el momento de una batalla decisiva: los reyes de la tierra… se lanzan, con toda su orgullosa superioridad de fuerza y número, sobre “el campamento de los santos” y sobre “la ciudad amada”.
Basta de paliativos y basta de transigencias. Basta de expedientes humanos para armonizar lo irreconciliable, para hacer que la verdad hable el discurso del cumplido, y atenuar la revelación hasta que la razón humana se halague de haberla inventado. Así no se puede vivir la verdadera vida, afrontar la realidad de la muerte o entrar en una eternidad sin límites.
Primero debe haber una guerra y una batalla… una intriga de la falsamente llamada ciencia, de la razón contrapuesta a la revelación, y de la criatura exaltada en rivalidad con el Creador. La guerra de los combatientes espirituales, la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.
Así se nos permite contemplar, con asombro pero no con consternación, toda esa creciente audacia e insolencia de la incredulidad que parece ser característica de la última batalla. Todo conduce a una consumación–una consumación predestinada por Dios–una consumación revelada por Él en la profecía. Se dice que los tres espíritus inmundos que congregan a las potencias invasoras para la batalla del gran día salen de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta.
Dean Vaughan
The Biblical Illustrator (Ilustrador bíblico)
