La Biblia no anda simplemente haciendo insinuación del pecado y de la fechoría, sino lo denuncia en tonos de truenos. El sonar de la trompeta en la Palabra de Dios no da sonidos inciertos.
Toda conducta y creencia debe estar en armonía con este volumen sagrado
La Biblia puede ser nada menos que nuestra guía infalible, por su origen. Cada uno que quisiera aprender del camino de la vida debe recurrir a ella–no para obtener apoyo a opiniones previamente adoptadas, sino recibir dócilmente, sin reservas ni vacilación lo que sea que es verdaderamente enseñado ahí. Para instrucción, para convicción, para reformación y para educación en justicia, las escrituras dadas por la inspiración de Dios son útiles y suficientes. Ningún dogma es verdadero, ningún principio es sano, ningún motivo es puro, ninguna conducta es correcta, ninguna esperanza es bien fundada, ningún precepto es obligado, ni ordenanzas o ritos o ceremonias adecuadas y ninguna adoración es aceptable, excepto aquellas que están en armonía con este volumen sagrado. La Biblia por sí sola es el estandarte de la moral y prescriptor de la piedad.
No es un libro de ciencia, aún así toda ciencia es falsa si es contradictoria a éste. No es un libro de política, aún así toda política que es opuesta a Sus principios es injusta y maliciosa. Es un libro para el tiempo, para guiar a través de éste; un libro para la tierra, para orientar hacia la vida mas allá; un libro para la sociedad, para regenerar y elevarla. Es un libro para el hombre en relación con otros hombres, su hermano; y para el hombre pecador en relación con su Dios. Es el libro de Jehová, porque éste, y sólo éste, nos enseña del verdadero Ser Eterno, quien, de Sí mismo, es inmutablemente existente; quien, en Sí mismo está en absoluta perfección; quien es la primera causa de todas las cosas buenas, y el fin de todas las cosas, tanto en la forma de poner fin a lo que debe ser concluido y consumar lo que debe ser completado.
Todo es verdad
Es la palabra de Cristo. Es la palabra de verdad, porque sus récords son hechos. Sus dones son substancialidades; sus requerimientos son justos; sus predicciones y promesas son anticipaciones de Providencia, las cuales, sin excepción, en su debido tiempo y orden se convierten en verdades. Es un libro de certezas, no experimentos; de realidades, no fantasías; y de hechos positivos, no posibilidades. Es el libro de la ley, porque no admite apelación de su decisión.
Ningún otro libro es tan amplio en su alcance, tan elevado en su objetivo, tan benevolente en su espíritu, tan honrado en su carácter y tan productivo de felicidad en su influencia. Su profundidad es el misterio de la verdad; su altura es el esplendor de pureza; su misión es la misericordia de amor; su curso es la senda de sabiduría; su esfera es el mundo de la humanidad caída; y su fin es la gloria de Dios. Éste, por lo tanto, y sólamente éste, es de utilidad universal.
Nos guía a casa con seguridad
Cualquiera que es guiado humildemente por ella, es guiado con seguridad al cielo. Obedecerla es ser útil, feliz y seguro. Hoy creo en la Biblia exactamente como mi madre me lo enseñó tiempo atrás. Ella no dudaba de las verdades que me leía. Ella nunca me habló de “sugerencias tentativas” ni de “excavaciones futuras”. Yo nunca la escuché mencionar “la filosofía del plan de encarnación”, o “capítulos espurios del libro de Marcos”. Ella me habló de Jesús y Su amor hacia un mundo perdido. Me dijo que la Biblia era la Palabra de Dios, y que si yo la creía y obedecía, debería ser salvo ahora y en la otra vida.
La Biblia confunde a los presumidos, desconcierta los especulativos, reprende a los soberbios, desaprueba los formales, denuncia los mezquinos, resiste a los derrochadores e impenitentes, sonríe a los mansos y abnegados, asegura a los quebrantados de corazón, y refresca al viajero fatigado con palabras de ánimo y buen humor.
Al igual que todas las demás obras de Dios, Su palabra es diversificada y armoniosa, simple y profunda, sencilla y sublime, adaptable y servible. Contiene los desarrollos de la eterna voluntad, la efusión de gracia justa, las reprensiones de la fidelidad paternal, la belleza de la santidad, el brillo del amor, los consejos de la sabiduría, y el índice del porvenir. Por medio de ella, fe para la salvación es autorizada, penitencia es evocada, oración es instruida, celo es animado, alabanza es inspirada, y muerte, gracias a Dios, es vencida.
Las joyas de la corona del universo
La Palabra de Dios es el depositario de las joyas de la corona del universo. Es la lámpara que enciende todas otras luces. Es el hogar de todos los esplendores y majestades; une lo celeste y terrestre, mientras todos los habitantes congregados del cielo vestidos de blanco rondan, regocijándose de las nupcias.
Es el disector del corazón humano; la constitución de la iglesia de Dios; el espéculo de la deidad; el telescopio de la eternidad. Es la canción en la que todas las armonías se unen; es el río en el que se vierten todas las grandes mareas de aleluyas; es el firmamento en el que los soles, las lunas y las estrellas son constelaciones, y en donde las galaxias e inmensidades y universos y eternidades giran y flamean y triunfan.
Tal es el maravilloso volumen que Dios ha dado a los hombres, y tiene mayor peso que todas las bibliotecas del globo. Contiene muchos escritos, sin embargo es un libro. Tiene muchos autores; sin embargo todo es de un Autor, el Dios Todopoderoso. Es divino en su origen, en su unidad. Y será nuestro juez en aquel día cuando las rocas de granito se reventarán en pedazos, y toda la humanidad estará en presencia del Gran Dios.
Lector, la Biblia es el libro más maravilloso del mundo. Tú deberías leerlo cada día. Nos apunta a nuestro hogar más allá del cielo.