Inteligencia profética

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ESTE MUNDO ESTÁ CANSADO Y AGOTADO. El vestido del tiempo ha envejecido y se ha desgastado. Se podría decir que el movimiento del pecado ya no está impulsado por un verdadero ímpetu maligno, pero vemos como si fueran las últimas revoluciones de la otrora aparentemente imparable rueda de la maldad, el movimiento perpetuo del pecado que ahora se acerca al final de su propia inercia.

Tanto el bien como el mal, al parecer, anhelan el fin. Es casi como una lucha de vida o muerte entre dos contendientes, en la que incluso el perdedor está casi resignado a aceptar su derrota antes de continuar una lucha agudísima e insostenible.

Durante milenios, el hombre carnal ha intentado escapar de las consecuencias de sus actos. Ha intentado ser más astuto, ser más inteligente, jugar mejor, trabajar mejor y superar lo que sabía le iba a suceder. Pero ahora se está poniendo al día. Todo el peso del pecado jamás cometido por la humanidad está descendiendo de una sobre el mundo.

Este mundo está gimiendo, cansado en su espera del juicio. Fatigado por el aparentemente interminable aplazamiento de la restitución de todas las cosas, las voces del pasado–“Guarda, ¿qué de la noche?” “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” “¿Hasta cuándo, Señor?”–se alzan ahora en una cacofonía de cansada y aún ansiosa inquietud.

Las uvas ponzoñosas que cuelgan densamente de la vid de Sodoma han alcanzado madurez podrida y caerán en el lagar al menor toque de la hoz. No sólo los campos de trigo están blancos para la siega, sino que la cizaña, ahora más fácilmente distinguible, está lo suficientemente madura como para ser arrancada de raíz.

Aunque el diablo no desea el fin, sabe que sus respuestas reactivas a la profecía han sido severamente limitadas, ya que no ha sido capaz, en este tiempo, de formar una bestia completamente “nueva”, sino que incluso su octava, aunque distinta, es, por imposición profética, nada más que la reunión de todo lo que ya ha sido. Y lo ha hecho sabiendo que el Fiel y Verdadero ha conquistado cada una de las cabezas y cuernos hasta ahora. Al darse cuenta de que ninguna de sus invenciones reactivas por sí solas jamás han estado cerca de vencer a la caballería del caballo blanco, la única esperanza del enemigo es que de alguna manera, con el puro uso de la fuerza, de alguna manera, con la reunión de todas las fuerzas de las tinieblas, habría suficientes de sus secuaces como para rodear el campamento de los santos, y aplastarlos.

Sin embargo, el espíritu de profecía nunca se queda atrás. Hay aves en la recámara del rey de Siria que informan a los Videntes de Dios de cada movimiento y estrategia, y hemos recibido inteligencia profética de que en el momento en que seamos rodeados, los CIELOS harán descender fuego y devorarán–para siempre–a nuestros enemigos.

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