En toda la creación, los jóvenes son los más propensos. Un animal maduro llevado a la cautividad se escapará o languidecerá hasta su muerte, mientras uno joven se domesticará. Un árbol viejo que se inclina nunca se enderezará, pero el crecimiento de un árbol joven puede ser dirigido. Así es con las personas. Los años tiernos de la niñez son donde se forma la persona. Y Satanás sabe esto.
No es por casualidad que nuestro mundo se hace más malvado con el paso de cada día. Satanás ha hecho muchas incursiones. Fue una estrategia cuidadosamente determinada y comenzó con los niños. El diablo sabía que si pudiera atacar las mentes de los niños, él pudiera influenciar a los profesores, a los gobernantes y a los futuros pastores de sectas. Por lo tanto, bajo la oscuridad del silencio (Ap 8:1), comenzó a socavar el sistema educacional. Trayendo sus ideas diabólicas a las escuelas, pudo cambiar la atmósfera del mundo entero. Y lo vemos claramente.
¿Por qué miramos una declinación tan drástica de la moralidad en nuestro tiempo? ¿Por qué hay tantos jóvenes adictos a las drogas? ¿Por qué ha subido tanto el porcentaje de suicidios especialmente entre los jóvenes? ¿Por qué oímos de tantos asesinatos? ¿Por qué la cantidad de abortos prospera? ¿Por qué ha ganado tanto apoyo la maldición homosexual en las últimas décadas? ¿Por qué se ha perdido la modestía de la vestimenta ante la flagrante falta de vergüenza?
El origen de todas esas maldades, y otros, puede ser atribuido directamente al sistema de la escuela pública. La escuela pública es el taller del diablo donde él diseña y construye la destrucción que vemos en el mundo. En las escuelas públicas, Satanás soltó los espíritus repugnantes del libre pensamiento, relativismo e inmoralidad, y permitió que penetraran en la mente tierna de los niños, pervirtiendo así completamente sus consciencias. Él entrenó a los niños para amarse a sí mismos, complacer su carne y rechazar autoridad. Quitó las Biblias y empezó a imponerles una teoría evolucionista. Ya no castigaban a los niños por hacer lo malo, bajo la cubierta de “no querer quebrar su espíritu”. Y cuando ya no fueron castigados por hacer lo malo, a los niños ya no les importaba hacer lo bueno.
¿Y cuál es el resultado de ese movimiento de Satanás? Lo vemos hoy. Vemos el dolor en este mundo. En esta edad de gran tecnología e intelecto percibido, vemos inmensa ignorancia de verdades fundamentales. Vemos los corazones y hogares rotos, los niños solitarios y los jóvenes deprimidos. Vemos la desesperación en los ojos. Nos damos cuenta que cuando el mundo se volteó hacia el humanismo, perdió su razón para vivir. Cuando se olvidaron de Dios y empezaron a confiar en ellos mismos, encontraron sólo decepciones.
Y por eso, no es extraño que la iglesia de Dios saca a sus niños de las escuelas públicas. Reconocemos quién está en control en esos lugares y no queremos que nuestros niños estén bajo su influencia. ¿Cómo pudiéramos racionalmente llevar a nuestros niños a un lugar donde Satanás tiene el completo control, dejarlos allí cinco días por semana durante doce años, y esperar que sean ciudadanos morales cuando se gradúen? ¿Cómo podemos esperar que ellos teman a Dios cuando son criados en un ambiente de humanismo? No podemos. Y por esa razón no los mandamos a esos lugares.
Hemos organizado nuestras propias escuelas, lugares en los cuales podemos educar niños de la manera correcta. Lugares para contrarrestar el adoctrinamiento que Satanás ejercita en las mentes inocentes de niños con el adoctrinamiento de la Palabra de Dios. Nuestras escuelas están edificadas, no sobre ideas humanas, pero sobre el temor de Dios, el cual es el principio de toda sabiduría. No sacamos a los niños de la escuela pública sólo porque no estamos de acuerdo con la visión mundial que se enseña, aunque esa es una razón, pero vemos que las escuelas públicas rebosan con influencias malvadas a las cuales ningún niño debe ser sujetado.
Los niños y jóvenes de la iglesia de Dios son un producto de una escuela real.
Nuestros jóvenes no gastan sus fines de semana en fiestas. Nuestras escuelas no tienen problemas con blasfemias garabateadas en las paredes. No tenemos drogas o cigarros en nuestras escuelas. No necesitamos escáneres eléctricos para detectar armas escondidas.
En cambio, nuestros estudiantes aprenden a respetar la autoridad y sujetar su propia voluntad. Aprenden cómo vestirse y actuar modestamente. Ellos aprenden cuáles expresiones no usar en su lenguaje. Terminan su tarea porque no juegan los videojuegos. Aprenden cuáles libros son edificantes y cuáles no son provechosos. Aprenden de la Biblia, de la profecía, del fin de tiempo. ¡Incluso aprenden álgebra, gramática, ciencias y otras académicas!
Y además de todas estas cosas, aprenden que han sido mandados por Dios para ir a todo el mundo y compartir el evangelio con todos aquellos que no lo han oído, esa es su carga y su placer.