Me atrevo a decir que, independientemente si eres político o no, las recientes elecciones en Estados Unidos llamaron tu atención como ninguna otra lo había hecho. La victoria arrolladora y sin precedentes del presidente electo Donald Trump causó conmoción en todo el mundo.
La atmósfera se ha visto sacudida y paralizada, por así decirlo, por los resultados de las elecciones de 2024. El mensaje populista de Trump resonó lo suficiente entre los estadounidenses de ambos partidos, como para que muchos abandonaran el barco demócrata y se fueran con él. Y, por primera vez, atrajo los votos de millones de afroamericanos, judíos, latinos y jóvenes.
Si bien su victoria dejó a algunos profundamente apenados, muchos más estaban extasiados de alegría y alivio.
Pero esta elección no fue completamente sobre política–ese sistema en el que tantos han confiado por mucho tiempo; tampoco se trató de un partido político. Ni siquiera se trató todo sobre un hombre. Es, de hecho, un evento profético en un momento proféticamente señalado por el Dios Todopoderoso.
Dios está gobernando. Él está orquestando los asuntos entre los hombres para lograr Sus propósitos, tal como le permitió a Faraón continuar en su obstinación para que Él fuera más glorificado al liberar a Su pueblo de la esclavitud de Egipto. Faraón, sin saberlo, jugó justamente en las manos todopoderosas de Dios.
No olvidemos nunca que Dios es soberano. “Él cambia los tiempos y las sazones; quita reyes, y pone reyes”. Daniel 2:21. “Dios es el Juez; a éste humilla, y a aquél enaltece”. Salmo 75:7.
“Los vivientes” necesitan conocer “que el Altísimo señorea en el reino de los hombres, y que a quien Él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres”. Daniel 4:17.
Actualmente nos encontramos en el momento más trascendental de la historia humana, no debido a las elecciones de los Estados Unidos, sino porque estamos muy cerca del clímax de la batalla de Armagedón, la guerra entre el bien y el mal. Comenzó en el Edén y terminará cuando suene la última trompeta cuando Jesús regrese.
Satanás está en guerra abierta contra Dios, con gran ira, porque sabe que tiene poco tiempo (Ap 12:12). Él ha reunido a todas sus fuerzas (Ap 20:8-9) y actualmente está cercando la ciudad amada–la iglesia del Dios viviente. El cristianismo, sin duda, está cada vez más bajo fuego, al igual que todo principio justo; sin embargo, todos sufren en esta guerra. ¡La humanidad está gimiendo!
Lo que ha sucedido en los últimos sesenta años es evidencia de la astucia de Satanás. Los tumultuosos años 60 provocaron un cambio de paradigma en la sociedad con una rapidez asombrosa, lo que resultó en la locura y el mal que vemos hoy. Con las audaces obras del diablo manifiestas, incluso los incrédulos están reconociendo que estamos en una guerra entre el bien y el mal, y muchos están volviéndose a Dios.
Incluso Richard Dawkins, un notable ateo, que una vez escribió que la religión ha causado graves daños a la sociedad, admitió recientemente que el cristianismo es una fuerza para el bien contra la ideología transgénero. Ahora cree que necesitamos el cristianismo como un sostén contra algo peor. Personalmente conozco a otros ateos profesos que, angustiados por el abundante mal en el mundo de hoy, se han convertido al cristianismo.
Muchos sienten que el fin está cerca. Tienen razón. Pero la profecía declara que en la cúspide de esta guerra espiritual, poco antes de que suene la trompeta final, Dios manifestará Su poder al ejecutar la fiereza de Su ira sobre Babilonia.
Dios ha hablado. Así será. Se avecina un gran sacudimiento espiritual–“un gran temblor, un terremoto tan grande, cual no hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra”. Véase Apocalipsis 16:17-19.
En 2025 habrá nuevas caras en la Casa Blanca, pero eso no es garantía de que el tiempo sea bueno y que todo vaya sobre ruedas. Nuestra certidumbre se basa en la Palabra de Dios. ¡Que se haga la voluntad de Dios y que Él venga pronto!