“¡Tenemos que oponernos a la agresiva agenda LGBT!”, dijo el Cristiano Moderno.
“¡No podemos permitir que los que son queer nos impongan su estilo de vida!”, protestó el bullicioso Predicador Ambulante.
Y de nuevo la contundente reprimenda del Piadosísimo y Ocupadísimo Evangélico, “¡La sociedad se destruirá si permitimos que las drag queens sexualizen a nuestros hijos!”
Verdaderamente sí, pero miremos un poco más de cerca a nuestros protagonistas religiosos.
Cristiano Moderno es muy activo con los visitantes los domingos por la mañana, el único momento en la que tiene “iglesia”, a través del Ministerio Social del Café en el que participa desde que se casó con su nueva esposa, la Barista. Cristiano Moderno ha sufrido una leve persecución por parte de sus compañeros feligreses por tener posiciones impopulares y anticuadas en uno o más temas controvertidos de la iglesia. En contra de casi toda la asamblea, Cristiano Moderno cree que la homosexualidad está mal. No le gusta la reciente decisión de la iglesia de permitir miembros LGBT como clérigos. Después de enfrentarse en privado al secundario pastor asociado del Ministerio de Jóvenes Adultos y no recibir más que una cortés resistencia, el cristiano moderno ha expresado sus convicciones en su página personal de FaceGram.
Su situación se complica aún más por la reciente participación de su esposa en el Comité de Tolerancia de la iglesia. Ella no está totalmente de acuerdo con Moderno, pero cree que abandonará sus posiciones cuando la presión social haya hecho su efecto.
Ahora Predicador Ambulante asiste a una iglesia mucho más pequeña en el campo, pero le encanta frecuentar las calles de la ciudad con su mensaje. Sabe que los cristianos viven en el poder de Dios y deben evitar la fornicación. A menudo cita Romanos 1 mientras predica sobre los deseos bestiales de los homosexuales y no rehúye los apelativos más explícitos, aunque cuestionables, cuando se refiere a ellos.
Predicador Ambulante ha predicado y protestado fielmente contra los penetrantes intentos de los degenerados de “hacernos tragar sus creencias”. Ha redargüido y reprendido a los transeúntes que, por su apariencia, no cumplen con su responsabilidad social de condenar estos pecados atroces y se ha asegurado de que todo el mundo sepa que él sí lo hace.
Nuestro tercer y último protagonista, Piadosísimo y Ocupadísimo Evangélico, no es un espécimen raro de la cristiandad. Hay muchos hermanos y hermanas fieles que comparten sus valores. Es íntegro en todos los sentidos aparentes y se mantiene involucrado en los programas de la iglesia, especialmente en los del evangelismo. Evangélico Ocupadísimo es un auténtico padre de familia y dedica mucho tiempo de calidad con su esposa y sus hijos.
En las noches como familia se sientan todos juntos cariñosamente y ven vídeos en sus varios teléfonos. Sus dos hijas tienen novios que están más cerca de ellas de lo que papá sabe, pero no le preocupa demasiado porque son relaciones heterosexuales socialmente aceptables y perfectamente normales. Evangélico fue muy inflexible al no permitir que sus hijas asistieran a la Hora del Cuento Drag Queen en la biblioteca cuando eran más pequeñas. Y aunque le faltó la misma vigilancia mientras ellas satisfacían sus curiosidades en la sección de Romance durante meses, está sólidamente orgulloso de que sus hijas salgan con chicos.
Aquí lo tenemos–tres cristianos que se oponen a la agenda invasora de la comunidad LGBTQ. Pero, ¿hay algo más? Veámoslo un poco más de cerca.
Cristiano Moderno y su esposa Barista están considerando el asesoramiento matrimonial con el secundario pastor del Ministerio de Adultos, pero Barista no está segura. Esto se debe a que dicho asesoramiento matrimonial no benefició del todo a la última esposa de Moderno, de la que se divorció tras un año entero de asesoramiento. Este divorcio parecía inevitable después de que Moderno descubriera a Barista y meses de conversaciones profundas les llevaran a enamorarse. Sin embargo, Moderno se sintió medianamente justificado por haberse “desenamorado” de su primera esposa porque ella no compartía sus convicciones sobre el clero gay y la incompatibilidad le parecía inevitable. Y además, la separación llegó a ser de mutuo acuerdo en algún momento.
Predicador Ambulante sigue iluminando las calles, especialmente durante sus rachas espirituales, cuando no se entrega a la pornografía (estrictamente heterosexual). En esos momentos de celo religioso, dirige al público discursos claros y dinámicos, a menudo centrados en el pecado sexual, lo que considera el talón de Aquiles de la sociedad. Ha atribuido la abrumadora falta de respuesta positiva del público al mismo espíritu que crucificó a Jesús. Sabe que no hay profeta sin honra salvo en su tierra, y si viajara al extranjero, tendría al menos una conversión verificable, si no muchas. A pesar de su discutible legado de éxito, se mantiene firme en su convicción de que la agenda homosexual es una afrenta agresiva contra nuestra cultura.
Ahora, nuestro tercer y último protagonista, Piadosísimo y Ocupadísimo Evangélico, no se ha divorciado de su esposa ni ha visto pornografía desde un mes antes de profesar la religión. Lleva una vida estupenda, según la mayoría de los informes, y tiene una buena reputación en la comunidad. Evangélico habla regularmente en convenciones confesionales sobre la sexualización de los niños, centrándose principalmente en la programación que glorifica los “alternativos estilos de vida”.
Lo que aqueja a Evangélico y a su familia es menos obvio para el observador casual. ¿Qué piensas tú, lector? Antes de terminar esta pieza satírica, tómate un momento para considerar aquello a lo que señala este humilde escritor.
Como cristianos, sin duda estamos apropiadamente preocupados por la proliferación de la desviación sexual en la cultura pop en todas sus formas. Estamos necesariamente en contra de la normalización agresiva de los romances entre personas del mismo sexo, especialmente hacia nuestros tiernos hijos. Pero mientras mantenemos valientemente nuestras posiciones, no olvidemos que nuestro tejido moral se ha ido desgarrando desde mucho antes de que “LGBT” fuera un acrónimo. El camino hacia el transexualismo se ha pavimentado a conciencia con la indecencia heterosexual. Desde las “ligeras” indiscreciones del cine primitivo hasta la naturaleza pornográfica explícita de la música moderna, nuestra cultura ha sido asaltada con un intenso y continuo aluvión de impropiedades. Nos hemos visto tan inundados de inmodestia y perversión sexual que nuestras conciencias se han endurecido de forma verificable ante lo que antes se consideraba “atroz”. Hemos aceptado como “normales” cosas que harían sonrojar a un caballero o a una dama. De hecho, lo que ha llegado a ser “normal” es todo lo contrario.
Santos, ¡ceñid los lomos de vuestra mente! Somos un pueblo peculiar llamado a la gloria de Dios Todopoderoso. No juzguemos el pecado de los demás mientras justificamos las cosas que dan cabida a esos pecados.
Se supone que los cristianos todavía deben tener vergüenza, ser modestos, radicales, separados del mundo, sexualmente castos, leales a sus cónyuges, puros antes del matrimonio, y sencillos y distintos en su apariencia. No seamos el Cristiano Moderno que coquetea con la sensualidad mientras finge estar en contra de la inmoralidad. No nos paremos en las calles a condenar a otros de las cosas que nosotros mismos cometemos en espíritu. No seamos Piadosos y Ocupados Evangélicos llenando nuestras vidas con servicios religiosos, reclamando una posición moral elevada mientras cortejamos al mundo bajo el disfraz de “relevancia”. ¡Los cristianos son puros! ¡Los cristianos son sencillos! La iglesia es el bloqueo que detiene el espíritu del mundo, no seamos un conducto para él.
Sería un grave fracaso si nos golpeáramos el pecho condenando a las masas oscurecidas, mientras goteamos con fruición por las cosas que son de los hombres. Que Dios aumente nuestro apetito por las cosas espirituales. Que anhelemos la iluminación de la profecía más que la validación que sentimos de ella. Pido a Dios que llene nuestras almas de sabor por las cosas de Dios, por la espiritualidad profunda y el espíritu de devoción.
Puede que no estemos llamados a los tiempos de E.M. Bounds o John Fletcher, pero estamos llamados a justificar a aquellos que nos precedieron con una experiencia santificada y vidas dignas de sus muertes. Amén.