El hechizo de la serpiente
Hno. Zaqueo Braun
La serpiente antigua es un hechicero y lo ha sido desde el principio. En el huerto, Adán y Eva fueron seducidos por sus atractivos. A través del tiempo, muchos han sido fascinados por sus encantos. Y, por desgracia, los hombres todavía están cautivados por el hechizo de la serpiente en nuestros días.
Los pecadores han sido hechizados por el diablo mismo, junto con sus muchas tentaciones. Y ahora no hay manera por la cual puedan liberarse ellos mismos del aliciente constante hacia el mal. La propensión al pecado es tan grande que, por más que lo intenten, nunca lograrán desconectarse de la fuerza magnética del pecado. Los malvados corren precipitadamente en el camino a la destrucción, y aunque son advertidos una y otra vez, continúan apresurándose a la ruina. Después de todo, han sido encantados por el hechizo pecaminoso del enemigo.
Su única esperanza de liberación se encuentra en la Simiente (Jesucristo) que hirió la cabeza de la serpiente (Génesis 3:15). Si estamos en Cristo, somos parte de esa Simiente (Gálatas 3:16 y 29); por lo tanto, Dios nos ha llamado a liberar a los que todavía están cautivos por el hechizo de Satanás. Tenemos que soltarlos del hechizo del diablo. Tenemos que desviar sus ojos de los encantos de la serpiente al sumo sacrificio del Salvador del mundo.
El hechizo satánico es de oscuridad y sólo se puede romper por la luz. Somos divinamente enviados para intervenir entre los pecadores y el diablo, y mientras tanto hacer que los pecadores vean la luz gloriosa del evangelio.
¡Aunque la situación de ellos es desesperada, no es sin esperanza! La luz del mundo puede iluminar su oscuridad y abrir sus ojos ciegos. Además, Jesús dijo que nosotros, como hijos de Dios, somos la luz del mundo (Mateo 5:14). Los hombres pecadores pueden ser liberados, si somos lo suficientemente apasionados por liberarlos. Vayamos a la ocasión. Mientras las llamas del infierno ya amenazan con envolverlos, ¡arrebatémoslos del fuego (Judas 1:23)!