- Los cristianos no son de este mundo:
“Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero ahora mi reino no es de aquí”. Jn 18:3. “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece”. Jn 15:19. “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”. Jn 17:16.
- A los cristianos se les manda que estén separados del mundo:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué concierto tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos; y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré”. 2 Co 6:14-17.
- Un cristiano es un extranjero y peregrino en este mundo:
“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las concupiscencias carnales que batallan contra el alma”. 1 P 2:11.
“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido las promesas, sino mirándolas de lejos, y creyéndolas, y saludándolas, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”. He 11:13.
- La lealtad de un cristiano es hacia otro país:
“Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria. Que si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo para volverse. Pero ahora anhelaban una mejor patria, esto es, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les había preparado una ciudad”. He 11:14-16.
- Un cristiano es primeramente un ciudadano del cielo:
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido; para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. 1 Pe 2:9.
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y de la familia de Dios”. Ef 2:19.
“Y de Sión se dirá: Éste y aquél nacieron en ella; y el Altísimo mismo la establecerá. Jehová contará cuando Él inscriba a los pueblos: Éste nació allí (Selah)”. Sal 87:5-6.
- El espíritu y el objetivo de la política es contrario a las virtudes cristianas:
“Desechando, pues, toda malicia, y todo engaño, e hipocresía, y envidia, y toda maledicencia”. 1 Pe 2:1.
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: Adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, desenfrenos, y cosas semejantes a estas; de las cuales os denuncio, como también ya os denuncié, que los que hacen tales cosas, no heredarán el reino de Dios”. Gá 5:19-21.
- Dios sólo está en control de todos los gobiernos y de quién es elegido:
“Para que conozcan los vivientes que el Altísimo señorea en el reino de los hombres, y que a quien Él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres”. Dn 4:17b.
“Toda alma sométase a las potestades superiores; porque no hay potestad sino de Dios; y las potestades que hay, de Dios son ordenadas”. Ro 13:1.
“¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan vanidad? Se levantan los reyes de la tierra, y los príncipes consultan unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus coyundas, y echemos de nosotros sus cuerdas. El que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos”. Sal. 2:1-4.
“Pues verdaderamente se juntaron contra tu santo Hijo Jesús, a quien tú ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer lo que tu mano y tu consejo habían predeterminado que se hiciese”. Hch 4:27-28.
- La Biblia nos enseña no a votar, sino a obedecer, honrar y orar por nuestros gobiernos y por todos aquellos en autoridad:
“Sujetaos a toda ordenación humana por causa del Señor; ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por Él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien”. 1 P 2:13-14.
“Honrad a todos. Amad la hermandad. Temed a Dios. Honrad al rey”. 1 P 2:17.
“Exhorto, pues, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, intercesiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. 1 Ti 2:1-2.
“Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Mt 22:21.
Debido a la rampante corrupción que impregna la política en general, para aquellos que tienen cargos políticos les es imposible a no transigir principios justos en alguna forma y participar de esa corrupción. Por lo tanto, un santo de Dios no tiene otra opción más que abstenerse de tener un puesto político si es que desea mantenerse sin mancha de este mundo. Además, ni un candidato político puede verdaderamente representar al cristiano, cuyas radicales y santas ambiciones y puntos de vista no pueden ser reflejados por un pecador que está en enemistad con Dios. Así que, ¿cómo puede un cristiano votar por algún candidato?, pues todos ellos son parte de la pecaminosa “corriente de este mundo” (Ef 2:2).
Sin duda, hay muchos cristianos genuinamente preocupados que buscan reducir la marea de la inmoralidad apoyando al candidato o al partido que ellos piensan que representaría la “maldad menor”. Por muy razonable que suene este argumento, no es consistente con los principios bíblicos que apoyan la no participación. Ciertamente, el testimonio de una vida santa tiene más poder convincente de lo que cualquier campaña política pudiera tener. Mientras algunos grupos religiosos hacen bien advirtiendo a sus miembros contra el dañino espíritu de la política, aún los dejan votar. ¿Acaso no sería tal posición igualmente contraproducente como advertir a un joven en contra de la borrachera y aún permitirle ir a la taberna?
Ciertamente, el enredarse en las contiendas carnales de la política es menos del honor y del llamado de un cristiano. Él es de valor muy noble y de un plano muy alto como para bajarse a tal nivel. Qué decepcionante es, entonces, ver un cristiano degradarse mezclándose con los “malos y los escarnecedores” del reino político.
Finalmente, es nuestro deber cristiano de orar por nuestros gobiernos. Más que nunca, debemos orar para que se haga la voluntad de Dios en los asuntos del hombre. Su omnisciencia excede por mucho a nuestro entendimiento finito y Su omnipotencia supera nuestra habilidad. Para la gloria de Su nombre, la exposición de Su iglesia y por la salvación de almas, tenemos que orar, “Hágase tu voluntad”, “para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”.
Nota de la editora: Participando en algún referéndum no violaría los principios de un cristiano, pues uno no está votando por un partido político o candidato. Un referéndum permite a residentes de un país o distrito dar su opinión en cuestiones tales como si quieren que los mercados en su área abran los domingos o como en Irlanda, el público fue invitado a votar si pensaba o no que un “matrimonio” gay debería ser permitido en su país.